Para recordárselo a ella y recordármelo a mí 

Una psiquiatra me ha diagnosticado "Rasgos de Trastorno de Identidad Disociativo" además de mi diagnóstico de Trastorno Disociativo Motor / Trastorno de Conversión. Fue la única que se molestó en hacerme una prueba de detección específicamente orientada a las experiencias disociativas.

Sé lo mucho que habría significado para la niña de dieciséis años que se escondía en la biblioteca que hubiera pruebas reales realizadas por médicos reales para ayudar a personas que se sentían como ella. Y eso me enfurece por la horrible negligencia médica a la que estaba siendo expuesta.

Yo no era una rata de laboratorio. No era un demonio. Era un niño humano y merecía ser tratado con la decencia básica.

Mi destino quedó sellado en el momento en que entré en aquel hospital. Y entonces tenía diecinueve años con un abrigo azul, saliendo del albergue por la noche, aceptando rosas y cumplidos de hombres extraños que me doblaban la edad, sólo para volver en mí en un Pizza Hut cualquiera y salir corriendo en cuanto él va a pedir. Con tanto dolor que apenas puedo soportarlo, dolor indefinido e indefinible, el camino de vuelta al albergue, hablando con los niños en mi cabeza.

Y un frío perpetuo. Una eterna falta de color, floraciones y salpicaduras brillantes de irrealidad que abrasan los ojos de los recién nacidos, toda una dimensión paralela bajo la mirada de una luna bulbosa. ¿Estoy sufriendo un episodio psicótico? me pregunté, recurriendo finalmente al fiel Dr. Google.

"¡Clover, Clover!" Ewwww. Deja de llamarme así. No soy Clover.

Espera, ¿qué? ¿Qué significa eso? Claro que soy Clover. ¿Quién más podría ser? ¡Oh Dios, creo que me estoy volviendo loca!

"¿Por qué te escondes debajo de la cama?". El rostro perplejo de mi compañero de piso aparece por el borde del catre.

No lo sé. No lo sé. Dios mío, ¿por qué no puedo controlarme? ¿Por qué estoy actuando así?

Es confusión y angustia, a menudo. Y lo que quiero cambia, a veces minuto a minuto. Pero necesito que me lo recuerden. Ella necesita que se lo recuerden.

Y por eso escribo esto, un paso hacia el otro lado de la negación. No es aceptación, pero es un comienzo.